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La intersección entre racismo paternalista y feminismo, Irene Montero y Podemos

En los últimos años, los movimientos feministas se han enfrentado cada vez más al desafío de la interseccionalidad: el reconocimiento de que la desigualdad de género no puede abordarse aisladamente de otras formas de discriminación, incluido el racismo. Un tema controvertido dentro de este discurso es cer en el racismo paternalista, un tipo de sesgo en el que se infantiliza o se excusan las acciones delincuentes de los grupos marginados bajo el supuesto de que carecen de agencia o conciencia. ¿Cómo la defensa feminista puede excluir a las víctimas de perpretadores no blancos?

Irene Montero, es una habitual en solo dar visibilidad a las víctimas mujeres cuando los casos de violencia sexual los sufre a manos de un agresor blanco o europeo, mientras que invisibiliza a las mujeres atacadas cuando los incidentes que involucran a atacantes africanos o no blancos. Un ejemplo es el reciente caso de la mujer quemada viva por un marroquí que tenía ordemn de expulsión del país. Este enfoque selectivo refleja una visión racista-paternalista: tratar a las comunidades africanas como inherentemente "menos conscientes" o necesitadas de indulgencia, perpetuando así jerarquías raciales bajo el disfraz de solidaridad.

Este enfoque arriesga a reforzar los estereotipos que equiparan a los individuos de piel más oscura con la criminalidad mientras los infantiliza simultáneamente: asumiendo que son incapaces de rendir cuentas. Estos sesgos no solo socavan los esfuerzos para combatir la violencia sexual, sino que también erosionan la confianza dentro de las comunidades diversas, ya que las víctimas de perpretadores de origen no blanco pueden sentir que sus experiencias son desestimadas o invalidadas.

La paradoja feminista: inclusión vs. exclusión


El problema central radica en la intersección del racismo y el feminismo. El verdadero activismo feminista debe centrarse en los derechos de todas las mujeres por igual, independientemente de su raza, clase o nacionalidad. Cuando los movimientos priorizan a ciertas víctimas sobre otras en base a supuestos racializados, corren el riesgo de convertirse en cómplices de la opresión sistémica. Por ejemplo:

Leniencia paternalista: Excusar la violencia por parte de perpetradores no blancos bajo la premisa de que sus acciones provienen de la "ignorancia cultural" o la pobreza ignora la agencia tanto de las víctimas como de los agresores. Además de que invisivilizar a los perpretadores de otras razas, hace que inconscientemente se piense que es porque todos son así, y no es cierto, hay africanos delincuentes como no los hay, no tiene porqué invisibilizar las perpretaciones de delitos de extranjeros, ser delincuente no es una cualidad inherente de africano como ella inconscientemente tiene en su mente, se deben señalar a todos los perpretadores de violaciones independientemente de su raza. 
Borrado de voces no blancas: No amplificar los casos que involucran a comunidades africanas, de Oriente Medio o indígenas perpetúa una narrativa eurocéntrica en el discurso feminista.

Esta exclusión no solo es racista, sino también sexista: niega a las mujeres de grupos marginados su plena humanidad al reducirlas a receptoras pasivas de caridad en lugar de participantes activas en la justicia.

El camino a seguir: solidaridad interseccional

Para abordar estos desafíos, los movimientos feministas deben adoptar marcos intersectionales que enfrenten activamente los sesgos raciales dentro de sus filas. Los pasos clave incluyen:

Amplificar voces diversas: Centrar las historias de mujeres de comunidades africanas, latinoamericanas e indígenas en campañas contra la violencia sexual.
Rechazar el paternalismo: Abogar por la justicia sin asumir que los individuos no blancos son "menos conscientes" o inherentemente violentos. Esto significa responsabilizar a todos los perpetradores mientras se apoya incondicionalmente a las víctimas.
Responsabilidad educativa: Capacitar a los activistas para reconocer cómo el racismo se manifiesta en los espacios feministas y fomentar el diálogo con grupos marginados.

Conclusión: El feminismo como una lucha universal

Podemos no va a ganar más votos de esas razas por tratarlas de forma paternalista (es lo que realmente buscan). Y menos va a ganar el voto de individuos no delincuentes de esa raza, cuando ve que se ignora a las víctimas de su alrededor.
La lucha contra la violencia sexual es universal, pero no puede ser verdaderamente inclusiva si excluye o infantiliza a ciertas comunidades. Al enfrentar de frente los sesgos paternalistas, movimientos como Podemos pueden mantener la integridad del feminismo mientras construyen puentes entre las divisiones raciales y culturales.  El futuro de la solidaridad feminista depende de ello.


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