Ver un coche fantasma no es algo que se dé todos los días, y si eres un empleado de McDonalds de las profundidades de Estados Unidos, las reacciones pueden ser desmesuradas.
Desde la pija que se pone a llorar, a la Nigga que casi le da un par de collejas y le clava dos navajazos, sin olvidar al trastornado friki que se queda en un bucle de abrir y cerrar ventanas, como si eso fuera el windows.
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